lunes, 16 de febrero de 2009

Pasión

El escritor, crítico, agitador cultural inasequible al desaliento y amigo Félix Romeo dedica la columna de su sección dominical "Las naturales" del 15 de febrero (Heraldo de Aragón), a Rotellar:
Pasión

Hoy ya no es el día de los enamorados, pero no hay que dejar de amar. Incluso hay que amar más. Hecha esta advertencia naif, paso al asunto de la columna: Manuel Rotellar. O, mejor, el vídeo documental que sobre Manuel Rotellar ha realizado Vicky Calavia: “Apuntes desde la fila 8”.
Manuel Rotellar fue crítico de cine, actor, primer director de la Filmoteca de Zaragoza. Hace unas semanas el cuarto de siglo de su muerte temprana, con sólo 60 años.
Sus libros y folletos, sobre dibujos animados, sobre pelis de terror, sobre el doctor Fu-Manchú o sobre el cine aragonés, son difíciles de encontrar y no hay ninguna reedición reciente. Sus artículos, que publicó entre otros lugares, en “Aragón Expréss” y en “Andalán”, no se han recopilado. No hay ninguna biografía extensa sobre su vida. Así que es muy difícil que alguien que no lo conociera sepa ahora quién era Manuel Rotellar (salvo los vecinos de la calle que lleva su nombre en Zaragoza, junto a la avenida de Salvador Allende).
“Apuntes dese la fila 8” es pues, además de un hermoso reconocimiento, la mejor manera de acercarse a un incansable agitador cultural, que contribuyó a que en la Zaragoza oscura de la larga posguerra hubiera algo parecido al “underground” cinematográfico, que deseaba aproximarse a las vanguardias europeas del momento y que se sentía heredera de la vanguardia histórica española, de Buñuel y compañía.
Vicky Calavia ha reunido a algunos de sus amigos y les ha hecho hablar para que con sus palabras reconstruyan, sin que la emoción reste precisión, la vida de Manuel Rotellar, volcada apasionadamente en el cine.
En las imágenes rescatadas de los cortometrajes en los que actuó, se le ve excesivo. Una interpretación propia de alguien que tenía su modelo, confesada o inconfesadamente, en Jean Cocteau, y en el que fue su amor y actor fetiche, Jean Marais, a quien Rotellar trataba de parecerse también físicamente.
Contemplar esas imágenes, en las que es un rey de la basura becketiano, un diablo tentador o un artista abstracto, me ha llenado de melancolía. El cine era su refugio para sobrellevar esos tiempos verdaderamente difíciles, siniestros. Él, que lo anotaba todo escrupulosamente, murió de una enfermedad que le borraba la memoria.


(En la foto, Manuel Rotellar en París, 1961)